viernes, 21 de junio de 2013

Un jueves friísimo, visitamos el atelier La Folíe, del profesor Luis Alberto Salvarezza: poeta, escritor, ensayista y artista plástico uruguayense, de larga y reconocida trayectoria en el ámbito no sólo local sino provincial y nacional, y hasta fuera de nuestro país,  quien nos recibió cálidamente. A partir de esa experiencia, los alumnos escribieron crónicas que a continuación comparto: 



El Atelier
                                                                 por Sol Folgueira
Y así comenzaba mi jueves diferente, entrando al “Tobar” - Instituto en el cual realizo el profesorado en Artes Visuales – a las 18:15 hs, por ausencia de una profesora, lo que rompía con lo normal. Era una tarde gris y muy fría, mis compañeros y yo nos encontrábamos dentro del aula esperando el comienzo del Taller de Oralidad, Lectura y Escritura. Entonces apareció Belén, docente de dicha materia, y para nuestra sorpresa llegó con la propuesta de realizar actividades en un lugar distinto, así que todos, tomando nuestras cosas y poniéndonos los abrigos que nos habíamos sacado en un principio, emprendimos viaje, caminando con la duda de hacia dónde nos dirigíamos, y comentándonos sobre el tema, llegamos rápidamente al respectivo sitio. Entrando allí, Belén nos cuenta que era el atelier del profesor Luis Alberto Salvarezza. En dicho sitio se practicaba cerámica, grabados, dibujos, fotografía y escultura bajo su supervisión y ayuda.
Recorriendo el lugar, mirando todo lo que teníamos al alcance de nuestra vista, llegamos arriba. Ahí se encontraba él, tan tranquilo y permisivo, diciéndonos que tomemos lo que queramos, para poder apreciar mejor el objeto observado, mientras nos introducía a las realizaciones que había logrado en su vida. Algunos escuchaban atentos, pero no era mi caso, ya que estaba asombrada por la cantidad de arte que me rodeaba. Dibujos y cerámicas de peces, ranas por aquí y por allá, esculturas de máscaras indias, fotos intervenidas con diferentes recursos, grabados varios, y a todo eso se le sumaba la presencia de dos practicantes trabajando ahí mismo. Hasta que de pronto escucho: “… soy agrónomo, es el título que le regalé a mi madre”. Inevitablemente, viajando a través de esa frase, pensaba en que no sólo parecía un buen artista, sino que también una buena persona, que con tal de complacer a una persona, en este caso su madre, había terminado una carrera que ni siquiera le interesaba. Las cosas que decía hablaban muy bien de él para mi parecer, así que comencé a escucharlo con más atención.
Sus palabras no sólo me aportaban nuevos conocimientos sobre el arte o la literatura, sino que también me transmitían el valor de tomar nuestros logros como nutrientes para llenar nuestras almas, de darnos cuenta que la vida no se trata de hacer cosas para ser importantes, sino para aportar algo que ayude a los demás y a uno mismo.
Sin darnos cuenta del paso del tiempo, llegó la hora de partir. Oyendo a la profesora decirlo, dimos las gracias a Luis y nos despedimos atentamente. En el transcurso de mi bajada por las escaleras y en dirección nuevamente hacia “El Tobar”, sólo iba pensando en esta nueva y significativa experiencia, muy esperanzada y ansiosa por vivir muchas más de éstas, a lo largo de mi carrera.
Entre otras cosas, me llevé de ese atelier, la sospecha de que el destino de una persona, puede estar signada por la muerte de su padre.
                                   



                       Tarde fría, clase peculiar

                                                    por Paula Magallanes

“Tomen lápiz y papel que vamos a dar un paseo” dijo la profesora.  A decir verdad, no tengo demasiada energía para dirigirme hacia algún lugar, y creo que esta idea subyace  como un  pensamiento colectivo  desde el interior de cada uno de mis compañeros. Lo imagino así, porque sus rostros no denotan entusiasmo alguno. Supongo que la causa es la misma que justifica  a la mía; la tarde está muy fría. Por segundo día consecutivo, la temperatura  desciende, y esta vez, más que el día anterior.De todas formas hay que considerar la propuesta de  quien guía la clase, así que muy remolones abandonamos el aula, no antes sin querer develar el acertijo, como un par de niños con ansias por saberlo todo. “Niños”: como algún que otro  profesor cataloga  nuestra actitud. Así que no hay otra opción para la docente, que revelar el destino para dirigirnos hacia  el lugar.“Vamos al atelier del profesor  Luis A. Salvarezza , chicos”… -ahh! Sii ¡!...  Ese fue el diálogo escueto que se generó en el momento. No  por desinterés,  no por evasión, no por ignorancia… Sino todo lo contrario. Sabíamos de lo que se trataba.El lugar me resulta familiar, pues ya he acercado mi interés en otra oportunidad. Me aparto del grupo, y me detengo a observar el muestrario de obras que adornan  las paredes blancas  en todos sus espacios.Escucho una voz grave, proveniente  desde la planta alta, que da la bienvenida con  espíritu hospitalario, Se trata del autor  de las obras que contemplo. Tomo las escaleras y voy hasta su encuentro. Me  uno al grupo, pero no escucho  lo que se dice. Elijo observar lo que se encuentra a mi alrededor, grabados de peces por doquier, me detengo en cada detalle. Encuentro plasmado en un cuadro un grabado de fotografía, que por su ubicación pide ser visto, pero claro, algo me lo impide. ¿Qué es?, todas las sensaciones se me vienen encima  y recaigo a los efectos de mi extraña y particular fobia, la de los agujeros. Las ganas son más intensas y quiero mirarla, pero es inútil... Los escalofríos se apoderan de mí y hacen que se resigne mi impulso de observadora. Así que decido incorporarme a la charla, y encuentro delante mío  a un hombre sumamente cálido, humano, sencillo y sensible.Pasándole factura a  mi memoria selectiva,  que ocasiona despistes momentáneos, hace que no recuerde bien qué se estaba hablando, por suerte algo le resultó significativo y fue nada menos que la frase  “Son caricias al alma”  refiriéndose a sus éxitos logrados.  Nunca mejor expresado para un artista que lleva como estandarte la humildad.  Aquellas palabras parecen brotar desde sus sentimientos, a tal punto que  en un momento se quiebra, y esa sensación repica en el aire, en las paredes blancas del atelier, en  todo el espacio. Recae hasta en nuestras miradas, unas con otras, que conversan la incomodidad de la situación. De fondo se escucha una voz,  que interrumpe el silencio, con toda la intención de hacerlo. Se trata de la profesora, que  propone  indirectamente un cambio rotundo del tema. Formulando un interrogante a raíz de la observación de una de sus creaciones.Así fue entonces, como él emprendió toda una explicación acerca de la obra. Hasta que mi atención  nuevamente se deja conquistar por la enunciación de una nueva frase “se crea desde el dolor", a los momentos lindos son para vivirlos”.  Una apreciación  muy artística, literaria si se quiere,  al fin de cuentas, una gran verdad. Porque el dolor emotivo; esa cosa  desagradable que nadie quiere sentir, que todo el mundo conoce,- aunque no he recorrido el mundo entero, pero aun así puedo manifestarlo como certeza- sensibiliza y transforma la visión que se tiene de las cosas que te rodean, te regala una visión particular de la vida, no para que la mires, sino para que la contemples. Y como dice Frida Kahlo “cada tic tac es un segundo de vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es solo saber vivirla. Que cada uno lo resuelva como pueda“


  



                         Visita al Taller de Arte de Luis Salvarezza

                                                                         por Valentina Cattáneo

Ese día de frío, llegó la profesora y nos dijo que tomásemos una hoja y un lápiz para escribir. No nos íbamos a quedar en el aula sino que nos había preparado una visita fuera de la institución. No quiso revelarnos a dónde nos dirigíamos, sino que nos iba guiando en el camino. Salimos y comenzamos a caminar, algunos preguntándose si teníamos que caminar mucho y otros hablando entre sí de otros temas. Hicimos una cuadra casi y entramos a un local. Íbamos entrando de dos en dos. Había algunos cuadros y una pizarra con varios dibujos de flores. Todos enfilaban hacia una escalera sin barandilla. Subimos y nos recibió un artista en pleno trabajo. Yo revisaba con la mirada todo el lugar en general y me detenía a observar aquello que me llamaba la atención.
Los cuadros con peces, algunos pintados, otros en relieve, parecían que bailaban por la forma en que estaban expresados. Había muchos libros, algunos de autores entrerrianos, otros de autores varios y también de varios estilos, poesía, novelas y fotografía. Se veía también unos cuadros que, después nos explicó el artista,  eran fotos de desnudos intervenidas con tinta china.
El artista se llama Luis Alberto Salvarezza, nos contó sobre su vida, su familia, su trayecto, de cómo creció y cuando decidió ser artista. Nos contó también lo que hacía actualmente y cómo era reconocido nacional y mundialmente, ya que no sólo se apreciaba su arte en el país sino que fuera de él también. Nos enseñó un proyecto que estaba llevando a cabo actualmente. Se trataba de pintar platos de cerámica con unos peces muy parecidos al de los cuadros. Esos platos eran modelados artesanalmente por dos chicos que trabajaban al fondo del taller.
Siguiendo mi recorrido visual me detuve en la ventana del fondo de la habitación. Por ella entraba mucha luz y se podía ver la copa de algunos árboles, un edificio y la parte trasera de la basílica. Una bella vista para mis ojos. Seguí observando mientras Luis hablaba.
Observé cuadros con dibujos de animales, un caballo, unas gallinas, un chancho, un toro muy lindo y unos sapos. Un vidrio con cartas viejas. Unos botellones enormes de vidrio, algunos vacíos y uno lleno de corchos. Un cuadro que tenía un piso, estilo de conventillo en negro y blanco intercalado, y sobre él unas manos y unos pies entrelazados. Un premio de Danza Na Peli al Arte 2010. Unos moldes de zapatero, de esos que usan para formar la horma de los zapatos, que luego vi uno pintado muy hermoso. Lo que aun recuerdo con claridad son unos cuadros con unos muñecos descuartizados sobre unos fondos muy lindos que me sorprendieron mucho.
Terminando la visita, nos contó que obtuvo el Primer Premio de los Derechos Humanos, otorgado por la Unicef, con una foto que mostraba una serie de broches de igual color colgados en una soga y, en un extremo, un broche de otro color. Esto simboliza que en mundo de los iguales siempre hay alguien diferente y tenemos que aceptarlo. Antes de despedirnos noté una escultura de un sapito colgando de un hilo, me pareció muy tierno y bonito.
Nos despedimos procurando volver algún día. Agradecidos por cómo nos trató y por habernos abierto las puertas. Volvimos al aula para seguir en clase. Todos hablaban de esa visita, del artista y de su taller. Sorprendidos y con la esperanza de que algún día llegásemos a ser tan exitosos y reconocidos cómo él.




Un lugar diferente.

                             por Macarena Tournoud

Cuando entré al lugar me sentía feliz, no sé por qué pero ahí estaba, quizás por escapar de la rutina, pero mientras más pasaba el tiempo me daba cuenta de que no era así.
Los aromas me invadían, pinturas, témperas, esponjas, vasos medio llenos, otros vacíos, cigarrillos en el cenicero, caminando hacia la escalera podía ver obras de arte, fotos, una escultura en madera, imágenes hermosas, pizarras vacías; podía oír también la voz de un hombre que nos saludaba muy gentilmente, no podía verlo y no sabía quién era. Estaba en la escalera sin poder avanzar, tomando notas. Finalmente lo vi, no era como lo imaginaba, me sorprendí y lo escuché. Entre sus palabras me quedé atrapada, mientras hablaba movía sus manos sucias curtidas de arcilla seca, su cabello era casi blanco y sus ojos oscuros.
Habló de arte, de literatura, de su vida… dijo: “los logros son besitos al alma”, acercándose una de sus manos al pecho, deja un hueco de silencio y repite –“nada mas, nada mas…”.
Me encontraba frente a él, admiraba su simpleza. Me acercó un libro con fotografías de lugares increíbles, personas, paisajes, culturas. La creatividad se encontraba en cada rincón.
Telas, libros, cuadros amontonados cubiertos de tierra, estantes llenos de cosas, maniquíes, unas cartas viejas, mientras todas las imágenes llenaban mi mente, pensaba, quizás este lugar tan repleto de cosas al mismo tiempo se encuentre tan vacío...
Y así seguía escuchándolo. Contaba sus logros con humidad desde sus tristezas, experiencias, abría su corazón, y contaba sus historias desde el dolor, quizás.
Estaba feliz con su vida, y afirmó varias veces, - “Y yo no me creo nada, ¡eh!”
Pero cuando escuché esa frase, “como decidí ser y no tener”, me convencí por completo de su persona.
Él hablaba sobre la pérdida de su padre, entonces dijo algo, que me sorprendió y llamó mi atención: “Y entro en conflicto y digo: - ¡Pucha che! Tanto que lo he añorado, sufrido. Soy feliz de lo que soy. Pero si estuviese él, ¿Cómo hubiese sido? – Diferente, seguro. Pero, ¿Cómo?”
Llegó el momento de irme, y solo me fui. Sin fijarme en nada de lo que me rodeaba. Pero con una sensación extraña que él logró transmitirme, sin siquiera conocerlo. Pensé, ¿Cómo decidí ser y no tener? Y sonreí.






                                                        Besitos para el alma

                                                                       por Agustina Ferrari

Despectiva mi mirada una vez más, solo me abrazaba la satisfacción de salir del instituto.
Pensaba en el cigarrillo que me fumaría camino hacia ese lugar que se volvía cada vez más misterioso, al escuchar la manera en  que deseaba llenarnos de emoción para lograr mayor pasión en aquel recorrido que se aproximaba.
Me intrigaba saber hacia dónde nos dirigíamos, pero me invadían sensaciones contrarias; por un lado el deseo de conocer y al mismo tiempo por otro, el de no querer avanzar.
Otra vez la ansiedad de ese cigarrillo surgía en mí, mientras escuchaba no sin interés, los comentarios de boca de la profesora, de que ya había hablado con esta persona comentándole el interés de llevarnos a aquel lugar. Pero se leía claramente en ella una incertidumbre, “le dije que iríamos, pero no hoy. Aunque no creo que tenga problemas”. Entendí entonces que la relación entre ambos era más amena que la de dos simples colegas.
Salimos. Encabezaba la desorientada y desordenada cadena de alumnos, Belén, la profesora.
¿Me prenderé el cigarrillo?, ¿Me dará el tiempo para poder fumarlo? ¿A dónde estaremos yendo? Saco el paquete del bolsillo, y llegamos.
Ingresamos en un pequeño local vidriado, conocido ante mi vista, pero desconociendo su ocupación. Una vez adentro pude observar unos cuantos cuadros en exposición, y entre los murmullos que se generaban ante el desconcierto de saber a dónde estábamos, pude atender a Belén que se dirigía hacia el final del local subiendo rápidamente unas escaleras, con el afán de dar la noticia que había decidido que ése sería el día.
Seguimos entonces el mismo recorrido que ella, y se la escuchó decir "estamos en el estudio de Luis Salvarezza". Reconocí el nombre de inmediato y mientras nos hacíamos lugar entre las cantidades de obras, pude verle.  Dentro de mí se conjugaron una serie de sentimientos muy profundos, Luis, mi admirado Luis. Con todo mi escaso conocimiento de él, no pude más que querer observar sus obras para poder llegar a nutrirme.
Recorrí su pequeño y gran escondite, no secreto. Pero si noté que podría ser aquel el sitio en donde él transforme a su persona en plenitud extrema. Decidí mirar sus obras, deseé que en mí se despertara toda aquella pasión que él logra irradiar y entendí que poco importa el espacio, las cosas se encontraban dispersadas, podíamos llegar fácilmente a tomar los objetos sean estos cuadros de todos los tamaños, esculturas y libros por doquier. Su estilo de representación, tan propia de reconocer, me llevó a la duda de por qué se encontraban en la mayoría de sus cuadros las figuraciones de peces. Pregunta que muy gentilmente respondió, dado que este se encontraba en el medio del salón, esperando a que nos descontracturáramos y volcáramos todas las preguntas que quisiéramos ya que se encontraba dispuesto a responder. Los peces lo representan, son su signo y la descripción natural de ellos, vuelven más interesante su inspiración a dejarse crear.
Para ser sincera, cuando decidí observar, no era realmente lo que quería. Más me atraía observarlo a él, en composición completa. Volví a verle, e hice un viaje en el tiempo de cuando aun estudiaba en la secundaria. Pude verlo recorrer los pasillos fríos del colegio, siempre tan educado, siempre tan expuesto sin exposición, siempre tan culto y simple, admirable desde toda perspectiva, pero de una muy profunda, la de persona, porque a Luis, no lo conozco por sus logros, lo conozco por mis ojos y lo quiero.
Comentó sus alcances profesionales, tanto en las pinturas como en las obras literarias. Dijo entonces  que él había decidido ser y no tener, que había hecho lo que lo hacía feliz aunque la vida sea una de cal y una de arena. Que no se sentía pleno, pero sí había momentos en los que lo estaba. Logré despegar del mundo en donde solo estaba yo y recordé que éramos un grupo. Grupo que ante mi sorpresa se encontraba alucinado ante el monólogo en el que se había convertido el ida y vueltas de las preguntas.
Ya nadie recorría, todos estábamos alrededor de Luis, escuchándolo. La profundidad de sus palabras llegó a oídos de todos, cuando comenzó a hablar de su vida, cómo había sido su infancia, la crianza por parte de su madre y tía, y el terrible dolor de haber perdido a los cinco años a su padre. Dolor que aun le recabe dentro, dolor de no saber si sería él si hubiese vivido su padre y el soñarse aun hoy “de la mano muerta de su padre”.  Un final que nos llegó al corazón y a las lágrimas.
Sentí una gran necesidad de no solo despedirme a lo lejos, sino de estrecharle aunque sea la mano, agradecerle por aquel momento, por la enseñanza de su vida, por no desear tener sino ser. Pero no actué como hubiese querido, me di la media vuelta emprendiendo camino y topé con una mesa llena de materiales, donde se encontraba un vaso de vidrio lleno hasta la mitad de agua con un cigarrillo dentro, recordé entonces la mirada despectiva que tuve al comienzo y el deseo de fumar que se había difuminado ante el atrapante tiempo que pasé allí.
Cuando emprendimos el camino de regreso, la caravana salió en silencio. Solo se escuchaban hondos comentarios, en mí particularmente un dolor en el pecho y la gratificación de haberle visto y conocido más allá.

Nuevamente en el instituto con la noche a nuestras espaldas, en grupo recordábamos frases emitidas por Luis. Reparé entonces en que Belén se estaba yendo, quise al menos agradecerle a ella aquella visita, pero una vez más me estanqué. Prendí mi cigarrillo y agradecí por dentro. 


sábado, 18 de mayo de 2013

 "Pero a los bárbaros se les caían de la tierra, de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… El idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras." (Pablo Neruda, Las palabras)





Subo este video, del que hablamos unas clases atrás: en el año 2011, el diario El día de España, convocó a diversas personalidades para que contaran cuál es su palabra favorita del idioma español, y luego miles de internautas votaron entre las propuestas. Finalmente, resultó ganadora la elegida por el actor mexicano Gael García Bernal: Querétaro.

viernes, 3 de mayo de 2013

"La ortografía es una forma sutil de la elegancia del alma" (Ángeles Mastretta, narradora mexicana, en su cuento "Ortografía")


Guerrilla contra los acentos olvidados: para recuperar el valor de las tildes. 




Película Amar la vida (2001), con Emma Thompson: en esta escena, una profesora de literatura demuestra la tremenda importancia de los signos de puntuación. Al principio, tal vez ese primer minuto les resulte moroso y tedioso - y el doblaje al español es espantoso, además- pero, si sortean esa primer instancia, descubrirán una pequeña perla, hermosa y conmovedora.


Los alumnos escriben luego de escuchar el cuento de Juan Manuel Alfaro, "El desierto". Aquí, una selección de esos textos. 



Con el ángel al lado

                                              Por Alejandra Kindernecht

Miraba otra vez, y quizás otra vez no entendía aquello. Y ya veía otra vez por sobre la ventana, el espejo, infinito, tratando de descubrir qué era lo que observaba, aunque de algún modo ya sabía todo aquello que creía desconocer. Estaba ahí de vuelta, pero esa vez no me pude ver. Y reflexionando nuevamente descubría que todas aquellas veces no me había visto tampoco. En lo que pensé, muy decepcionada ya, por qué no estaba ahí… Todo lo que vi era su reflejo. Pero… ¿Quién era?... Sí, era yo. Aunque de todos modos seguía sin ver mi reflejo quizás. ¿Verme? Todavía no sabía qué era esto que deseaba ver, pero aún así, lo miraba. Ese espejo parecía ser antiguo. ¿Por qué antiguo? Tampoco lo sabía aún. Aunque solo sabía que ya lo conocía, pero no recuerdo haberlo visto antes.
En aquel entonces ya estaba sentada en el suelo. Pensando. Pensaba tal vez el porqué de aquella observación mía. Es así que encontré una puerta, pero no tenía cerradura, se veía totalmente sólida. Aún así pude ingresar por ella. Ya adentro, descubrí, sin más, que estaba afuera. Y sin mucho pensar caminé unos pasos adelante para ver más de cerca. Fue entonces cuando descubrí que aún no podía reconocer aquel reflejo, del ahora pequeño espejo. Tan pequeño que en él podía ver todo. Menos eso que buscaba ver. Algo en mí despertaba una inmensa curiosidad y todas las respuestas estaban en mi mente. Pero no. Estaba todo en el espejo. Y habiendo tantas cosas ahí dentro, no podía ver nada. Todo eso era maravilloso, y no podía descubrirlo. Es de esta manera que descubrí esa presencia. Y sí, era la mía. Pero yo no estaba. No me veía. Tampoco podía tener la certeza de si existía. Pero supe, aún con esto, que debía cuidar ese espejo.




Olor a árbol de naranajas.

                                                                      Por Julia Brun

Por un pueblo de calles anchas, atestadas de polvo, cobijadas de piedras, voy andando lento, me cubre un cielo renegrido, enfundado de estrellas, bajo la luna llena de abril, se  hace eterno el camino, mucho más después de un día ajetreado.
Ya se empieza a sentir en la piel el tiritar de los primeros fríos del invierno que asoma, ya vendrán las tardes de lluvia, ese olor a fritura, de las tortas con azúcar, el aroma intenso del enardecido café de la mañana y el dulce sabor a chocolate, antes de dormir.
Mis manos en los bolsillos sin fondo se chocan con la nada, un pueblo casi dormido me ve transitar retraída, dejando en cada paso un poco de mí, cada piedra que rozo siente un poco de mi angustia, de una rutina incomprendida, de un corazón lleno de ausencias. Exhalo con fuerzas, tratando de alivianar la pesada carga, dejando en cada pisada un poco de mi soledad.
La calle que me contempla, es la misma de siempre, sé de cada casa que la escolta, el jardín de rosas de doña María, las hay rojo sangre, blanco nube y rosa pastel, las violetas de Aurelia, jazmines, los preferidos de Anita, pensamientos y sonrisas colgando del balcón de Inés. También el  parque es el mismo, ese que desgasté en las tardes de mi infancia, ahora que ya no me atrevo, el viento juega con las hamacas, las gotas de rocío suben y bajan, por el tobogán se deslizan y se pierden en la arena.
Me veo en cada baldosa rota, tratando de coincidir con el resto, baldosas que supieron estar enteras, así como yo también lo supe estar.
Bajo una acera y después otra y otra, y  luego, justo al doblar la esquina,  ya  lo empiezo a sentir, penetra por mis poros, lo inhalo profundo, guardián del jardín, desde hace años derrocha su aroma tan peculiar, tan lleno de todo lo mío, mis primeros pasos, mi niñez, corriendo a su vuelta en la mancha, siempre me dejaba alcanzar, lo desnudamos  en cada tibia siesta de septiembre, el sol secaba las  cascaritas para el mate de la tardecita, cuando el  cielo se teñía de azul-naranja, los domingos se lucía en el budín con frutas, se resquebrajaba el glacé entre ácido y dulce.
La soledad se hizo añicos con cada recuerdo, que a mi mente trajo su fragancia, encontré a mis padres, a mi abuela y su tejido multicolor, mis hermanas y sus carcajadas a borbotones,  mis amigas, mi primer día de clases, cuando  descubrí el amor, las páginas amarillas del diario que escribí a su sombra, las saladas lágrimas por aquel novio que no encontró en mí lo que buscaba, la música que cantaba a gritos y bailaba en su compañía; están ahí latentes, guardadas como un tesoro para cuando las necesite, para cuando ya las empiece a olvidar.
Sé que yo, ya no soy  la misma, pero tengo la certeza y la felicidad de que cada rama, cada hoja, cada flor, fueron testigos de mí, lo fue ese árbol que plantó el abuelo, abuelo de la abuela, que quería naranjas frescas y dulces, que sin pensar nos dejó un amigo, un custodio, un cofre para nuestras nostalgias, porque ahora no tengo nada,  ni madre, ni padre, la abuela ha deshilado sus ovillos, mis hermanas se animaron a partir, y explorar los caminos de la vida, aunque ahora no tengo nada, lo tengo todo, todo está ahí, amarrado, aprisionado, atesorado en ese olor a árbol de naranjas…