El Atelier
por Sol Folgueira
Y así comenzaba mi jueves diferente, entrando al “Tobar” - Instituto en el cual realizo el profesorado en Artes Visuales – a las 18:15 hs, por ausencia de una profesora, lo que rompía con lo normal. Era una tarde gris y muy fría, mis compañeros y yo nos encontrábamos dentro del aula esperando el comienzo del Taller de Oralidad, Lectura y Escritura. Entonces apareció Belén, docente de dicha materia, y para nuestra sorpresa llegó con la propuesta de realizar actividades en un lugar distinto, así que todos, tomando nuestras cosas y poniéndonos los abrigos que nos habíamos sacado en un principio, emprendimos viaje, caminando con la duda de hacia dónde nos dirigíamos, y comentándonos sobre el tema, llegamos rápidamente al respectivo sitio. Entrando allí, Belén nos cuenta que era el atelier del profesor Luis Alberto Salvarezza. En dicho sitio se practicaba cerámica, grabados, dibujos, fotografía y escultura bajo su supervisión y ayuda.
Recorriendo el lugar, mirando todo lo que teníamos al alcance de nuestra vista, llegamos arriba. Ahí se encontraba él, tan tranquilo y permisivo, diciéndonos que tomemos lo que queramos, para poder apreciar mejor el objeto observado, mientras nos introducía a las realizaciones que había logrado en su vida. Algunos escuchaban atentos, pero no era mi caso, ya que estaba asombrada por la cantidad de arte que me rodeaba. Dibujos y cerámicas de peces, ranas por aquí y por allá, esculturas de máscaras indias, fotos intervenidas con diferentes recursos, grabados varios, y a todo eso se le sumaba la presencia de dos practicantes trabajando ahí mismo. Hasta que de pronto escucho: “… soy agrónomo, es el título que le regalé a mi madre”. Inevitablemente, viajando a través de esa frase, pensaba en que no sólo parecía un buen artista, sino que también una buena persona, que con tal de complacer a una persona, en este caso su madre, había terminado una carrera que ni siquiera le interesaba. Las cosas que decía hablaban muy bien de él para mi parecer, así que comencé a escucharlo con más atención.
Sus palabras no sólo me aportaban nuevos conocimientos sobre el arte o la literatura, sino que también me transmitían el valor de tomar nuestros logros como nutrientes para llenar nuestras almas, de darnos cuenta que la vida no se trata de hacer cosas para ser importantes, sino para aportar algo que ayude a los demás y a uno mismo.
Sin darnos cuenta del paso del tiempo, llegó la hora de partir. Oyendo a la profesora decirlo, dimos las gracias a Luis y nos despedimos atentamente. En el transcurso de mi bajada por las escaleras y en dirección nuevamente hacia “El Tobar”, sólo iba pensando en esta nueva y significativa experiencia, muy esperanzada y ansiosa por vivir muchas más de éstas, a lo largo de mi carrera.
Entre otras cosas, me llevé de ese atelier, la sospecha de que el destino de una persona, puede estar signada por la muerte de su padre.
Tarde fría, clase peculiar
por Paula Magallanes
“Tomen lápiz y papel que vamos a dar un paseo” dijo la profesora. A decir verdad, no tengo demasiada energía para dirigirme hacia algún lugar, y creo que esta idea subyace como un pensamiento colectivo desde el interior de cada uno de mis compañeros. Lo imagino así, porque sus rostros no denotan entusiasmo alguno. Supongo que la causa es la misma que justifica a la mía; la tarde está muy fría. Por segundo día consecutivo, la temperatura desciende, y esta vez, más que el día anterior.De todas formas hay que considerar la propuesta de quien guía la clase, así que muy remolones abandonamos el aula, no antes sin querer develar el acertijo, como un par de niños con ansias por saberlo todo. “Niños”: como algún que otro profesor cataloga nuestra actitud. Así que no hay otra opción para la docente, que revelar el destino para dirigirnos hacia el lugar.“Vamos al atelier del profesor Luis A. Salvarezza , chicos”… -ahh! Sii ¡!... Ese fue el diálogo escueto que se generó en el momento. No por desinterés, no por evasión, no por ignorancia… Sino todo lo contrario. Sabíamos de lo que se trataba.El lugar me resulta familiar, pues ya he acercado mi interés en otra oportunidad. Me aparto del grupo, y me detengo a observar el muestrario de obras que adornan las paredes blancas en todos sus espacios.Escucho una voz grave, proveniente desde la planta alta, que da la bienvenida con espíritu hospitalario, Se trata del autor de las obras que contemplo. Tomo las escaleras y voy hasta su encuentro. Me uno al grupo, pero no escucho lo que se dice. Elijo observar lo que se encuentra a mi alrededor, grabados de peces por doquier, me detengo en cada detalle. Encuentro plasmado en un cuadro un grabado de fotografía, que por su ubicación pide ser visto, pero claro, algo me lo impide. ¿Qué es?, todas las sensaciones se me vienen encima y recaigo a los efectos de mi extraña y particular fobia, la de los agujeros. Las ganas son más intensas y quiero mirarla, pero es inútil... Los escalofríos se apoderan de mí y hacen que se resigne mi impulso de observadora. Así que decido incorporarme a la charla, y encuentro delante mío a un hombre sumamente cálido, humano, sencillo y sensible.Pasándole factura a mi memoria selectiva, que ocasiona despistes momentáneos, hace que no recuerde bien qué se estaba hablando, por suerte algo le resultó significativo y fue nada menos que la frase “Son caricias al alma” refiriéndose a sus éxitos logrados. Nunca mejor expresado para un artista que lleva como estandarte la humildad. Aquellas palabras parecen brotar desde sus sentimientos, a tal punto que en un momento se quiebra, y esa sensación repica en el aire, en las paredes blancas del atelier, en todo el espacio. Recae hasta en nuestras miradas, unas con otras, que conversan la incomodidad de la situación. De fondo se escucha una voz, que interrumpe el silencio, con toda la intención de hacerlo. Se trata de la profesora, que propone indirectamente un cambio rotundo del tema. Formulando un interrogante a raíz de la observación de una de sus creaciones.Así fue entonces, como él emprendió toda una explicación acerca de la obra. Hasta que mi atención nuevamente se deja conquistar por la enunciación de una nueva frase “se crea desde el dolor", a los momentos lindos son para vivirlos”. Una apreciación muy artística, literaria si se quiere, al fin de cuentas, una gran verdad. Porque el dolor emotivo; esa cosa desagradable que nadie quiere sentir, que todo el mundo conoce,- aunque no he recorrido el mundo entero, pero aun así puedo manifestarlo como certeza- sensibiliza y transforma la visión que se tiene de las cosas que te rodean, te regala una visión particular de la vida, no para que la mires, sino para que la contemples. Y como dice Frida Kahlo “cada tic tac es un segundo de vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es solo saber vivirla. Que cada uno lo resuelva como pueda“
Visita al Taller de Arte de Luis Salvarezza
por Valentina Cattáneo
Ese día de frío, llegó la profesora y nos dijo que tomásemos una hoja y un lápiz para escribir. No nos íbamos a quedar en el aula sino que nos había preparado una visita fuera de la institución. No quiso revelarnos a dónde nos dirigíamos, sino que nos iba guiando en el camino. Salimos y comenzamos a caminar, algunos preguntándose si teníamos que caminar mucho y otros hablando entre sí de otros temas. Hicimos una cuadra casi y entramos a un local. Íbamos entrando de dos en dos. Había algunos cuadros y una pizarra con varios dibujos de flores. Todos enfilaban hacia una escalera sin barandilla. Subimos y nos recibió un artista en pleno trabajo. Yo revisaba con la mirada todo el lugar en general y me detenía a observar aquello que me llamaba la atención.
Los cuadros con peces, algunos pintados, otros en relieve, parecían que bailaban por la forma en que estaban expresados. Había muchos libros, algunos de autores entrerrianos, otros de autores varios y también de varios estilos, poesía, novelas y fotografía. Se veía también unos cuadros que, después nos explicó el artista, eran fotos de desnudos intervenidas con tinta china.
El artista se llama Luis Alberto Salvarezza, nos contó sobre su vida, su familia, su trayecto, de cómo creció y cuando decidió ser artista. Nos contó también lo que hacía actualmente y cómo era reconocido nacional y mundialmente, ya que no sólo se apreciaba su arte en el país sino que fuera de él también. Nos enseñó un proyecto que estaba llevando a cabo actualmente. Se trataba de pintar platos de cerámica con unos peces muy parecidos al de los cuadros. Esos platos eran modelados artesanalmente por dos chicos que trabajaban al fondo del taller.
Siguiendo mi recorrido visual me detuve en la ventana del fondo de la habitación. Por ella entraba mucha luz y se podía ver la copa de algunos árboles, un edificio y la parte trasera de la basílica. Una bella vista para mis ojos. Seguí observando mientras Luis hablaba.
Observé cuadros con dibujos de animales, un caballo, unas gallinas, un chancho, un toro muy lindo y unos sapos. Un vidrio con cartas viejas. Unos botellones enormes de vidrio, algunos vacíos y uno lleno de corchos. Un cuadro que tenía un piso, estilo de conventillo en negro y blanco intercalado, y sobre él unas manos y unos pies entrelazados. Un premio de Danza Na Peli al Arte 2010. Unos moldes de zapatero, de esos que usan para formar la horma de los zapatos, que luego vi uno pintado muy hermoso. Lo que aun recuerdo con claridad son unos cuadros con unos muñecos descuartizados sobre unos fondos muy lindos que me sorprendieron mucho.
Terminando la visita, nos contó que obtuvo el Primer Premio de los Derechos Humanos, otorgado por la Unicef, con una foto que mostraba una serie de broches de igual color colgados en una soga y, en un extremo, un broche de otro color. Esto simboliza que en mundo de los iguales siempre hay alguien diferente y tenemos que aceptarlo. Antes de despedirnos noté una escultura de un sapito colgando de un hilo, me pareció muy tierno y bonito.
Nos despedimos procurando volver algún día. Agradecidos por cómo nos trató y por habernos abierto las puertas. Volvimos al aula para seguir en clase. Todos hablaban de esa visita, del artista y de su taller. Sorprendidos y con la esperanza de que algún día llegásemos a ser tan exitosos y reconocidos cómo él.
Un lugar diferente.
por Macarena Tournoud
Cuando entré al lugar me sentía feliz, no sé por qué pero ahí estaba, quizás por escapar de la rutina, pero mientras más pasaba el tiempo me daba cuenta de que no era así.
Los aromas me invadían, pinturas, témperas, esponjas, vasos medio llenos, otros vacíos, cigarrillos en el cenicero, caminando hacia la escalera podía ver obras de arte, fotos, una escultura en madera, imágenes hermosas, pizarras vacías; podía oír también la voz de un hombre que nos saludaba muy gentilmente, no podía verlo y no sabía quién era. Estaba en la escalera sin poder avanzar, tomando notas. Finalmente lo vi, no era como lo imaginaba, me sorprendí y lo escuché. Entre sus palabras me quedé atrapada, mientras hablaba movía sus manos sucias curtidas de arcilla seca, su cabello era casi blanco y sus ojos oscuros.
Habló de arte, de literatura, de su vida… dijo: “los logros son besitos al alma”, acercándose una de sus manos al pecho, deja un hueco de silencio y repite –“nada mas, nada mas…”.
Me encontraba frente a él, admiraba su simpleza. Me acercó un libro con fotografías de lugares increíbles, personas, paisajes, culturas. La creatividad se encontraba en cada rincón.
Telas, libros, cuadros amontonados cubiertos de tierra, estantes llenos de cosas, maniquíes, unas cartas viejas, mientras todas las imágenes llenaban mi mente, pensaba, quizás este lugar tan repleto de cosas al mismo tiempo se encuentre tan vacío...
Y así seguía escuchándolo. Contaba sus logros con humidad desde sus tristezas, experiencias, abría su corazón, y contaba sus historias desde el dolor, quizás.
Estaba feliz con su vida, y afirmó varias veces, - “Y yo no me creo nada, ¡eh!”
Pero cuando escuché esa frase, “como decidí ser y no tener”, me convencí por completo de su persona.
Él hablaba sobre la pérdida de su padre, entonces dijo algo, que me sorprendió y llamó mi atención: “Y entro en conflicto y digo: - ¡Pucha che! Tanto que lo he añorado, sufrido. Soy feliz de lo que soy. Pero si estuviese él, ¿Cómo hubiese sido? – Diferente, seguro. Pero, ¿Cómo?”
Llegó el momento de irme, y solo me fui. Sin fijarme en nada de lo que me rodeaba. Pero con una sensación extraña que él logró transmitirme, sin siquiera conocerlo. Pensé, ¿Cómo decidí ser y no tener? Y sonreí.
Besitos para el alma
por Agustina Ferrari
Despectiva mi mirada una vez más, solo me abrazaba la satisfacción de salir
del instituto.
Pensaba en el cigarrillo que me fumaría camino hacia ese lugar que se
volvía cada vez más misterioso, al escuchar la manera en que deseaba llenarnos
de emoción para lograr mayor pasión en aquel recorrido que se aproximaba.
Me intrigaba saber hacia dónde nos dirigíamos, pero me invadían sensaciones
contrarias; por un lado el deseo de conocer y al mismo tiempo por otro, el de
no querer avanzar.
Otra vez la ansiedad de ese cigarrillo surgía en mí, mientras escuchaba no
sin interés, los comentarios de boca de la profesora, de que ya había hablado
con esta persona comentándole el interés de llevarnos a aquel lugar. Pero se
leía claramente en ella una incertidumbre, “le dije que iríamos, pero no hoy.
Aunque no creo que tenga problemas”. Entendí entonces que la relación entre
ambos era más amena que la de dos simples colegas.
Salimos. Encabezaba la desorientada y desordenada cadena de alumnos, Belén,
la profesora.
¿Me prenderé el cigarrillo?, ¿Me dará el tiempo para poder fumarlo? ¿A
dónde estaremos yendo? Saco el paquete del bolsillo, y llegamos.
Ingresamos en un pequeño local vidriado, conocido ante mi vista, pero
desconociendo su ocupación. Una vez adentro pude observar unos cuantos cuadros
en exposición, y entre los murmullos que se generaban ante el desconcierto de
saber a dónde estábamos, pude atender a Belén que se dirigía hacia el final del
local subiendo rápidamente unas escaleras, con el afán de dar la noticia que
había decidido que ése sería el día.
Seguimos entonces el mismo recorrido que ella, y se la escuchó decir "estamos en el estudio de Luis Salvarezza". Reconocí el nombre de inmediato y
mientras nos hacíamos lugar entre las cantidades de obras, pude verle. Dentro de mí se conjugaron una serie de
sentimientos muy profundos, Luis, mi admirado Luis. Con todo mi escaso
conocimiento de él, no pude más que querer observar sus obras para poder llegar
a nutrirme.
Recorrí su pequeño y gran escondite, no secreto. Pero si noté que podría
ser aquel el sitio en donde él transforme a su persona en plenitud extrema. Decidí
mirar sus obras, deseé que en mí se despertara toda aquella pasión que él logra
irradiar y entendí que poco importa el espacio, las cosas se encontraban
dispersadas, podíamos llegar fácilmente a tomar los objetos sean estos cuadros
de todos los tamaños, esculturas y libros por doquier. Su estilo de
representación, tan propia de reconocer, me llevó a la duda de por qué se
encontraban en la mayoría de sus cuadros las figuraciones de peces. Pregunta que muy gentilmente respondió, dado que este se encontraba en el medio del
salón, esperando a que nos descontracturáramos y volcáramos todas las preguntas
que quisiéramos ya que se encontraba dispuesto a responder. Los peces lo
representan, son su signo y la descripción natural de ellos, vuelven más
interesante su inspiración a dejarse crear.
Para ser sincera, cuando decidí observar, no era realmente lo que quería.
Más me atraía observarlo a él, en composición completa. Volví a verle, e hice
un viaje en el tiempo de cuando aun estudiaba en la secundaria. Pude verlo
recorrer los pasillos fríos del colegio, siempre tan educado, siempre tan
expuesto sin exposición, siempre tan culto y simple, admirable desde toda
perspectiva, pero de una muy profunda, la de persona, porque a Luis, no lo
conozco por sus logros, lo conozco por mis ojos y lo quiero.
Comentó sus alcances profesionales, tanto en las pinturas como en las obras
literarias. Dijo entonces que él había decidido ser y no tener, que había
hecho lo que lo hacía feliz aunque la vida sea una de cal y una de arena. Que
no se sentía pleno, pero sí había momentos en los que lo estaba. Logré despegar
del mundo en donde solo estaba yo y recordé que éramos un grupo. Grupo que ante
mi sorpresa se encontraba alucinado ante el monólogo en el que se había
convertido el ida y vueltas de las preguntas.
Ya nadie recorría, todos estábamos alrededor de Luis, escuchándolo. La
profundidad de sus palabras llegó a oídos de todos, cuando comenzó a hablar de
su vida, cómo había sido su infancia, la crianza por parte de su madre y tía, y
el terrible dolor de haber perdido a los cinco años a su padre. Dolor que aun le
recabe dentro, dolor de no saber si sería él si hubiese vivido su padre y el
soñarse aun hoy “de la mano muerta de su padre”. Un final que nos llegó al corazón y a las
lágrimas.
Sentí una gran necesidad de no solo despedirme a lo lejos, sino de
estrecharle aunque sea la mano, agradecerle por aquel momento, por la enseñanza
de su vida, por no desear tener sino ser. Pero no actué como hubiese querido,
me di la media vuelta emprendiendo camino y topé con una mesa llena de
materiales, donde se encontraba un vaso de vidrio lleno hasta la mitad de agua
con un cigarrillo dentro, recordé entonces la mirada despectiva que tuve al
comienzo y el deseo de fumar que se había difuminado ante el atrapante tiempo que pasé allí.
Cuando emprendimos el camino de regreso, la caravana salió en silencio.
Solo se escuchaban hondos comentarios, en mí particularmente un dolor en el
pecho y la gratificación de haberle visto y conocido más allá.
Nuevamente en el instituto con la noche a nuestras espaldas, en grupo
recordábamos frases emitidas por Luis. Reparé entonces en que Belén se estaba
yendo, quise al menos agradecerle a ella aquella visita, pero una vez más me
estanqué. Prendí mi cigarrillo y agradecí por dentro.